UN MUESTREO A MEDIDA
El muestreo para la tercera campaña de excavaciones, la definitiva antes de la construcción de la carretera, fue diseñado por Juan M. Vicent desde el Instituto de Historia del CSIC. El problema a resolver consistía en establecer un diseño de muestreo para el área de intervención, que era una fracción del área total del yacimiento. Los objetivos generales del muestreo fueron dos: (1) garantizar que la fracción que se excavara del área de intervención fuera representativa de la totalidad de la misma y (2) garantizar que no se perdiera información crucial para su interpretación.
Atendiendo tanto a la superficie total del yacimiento, como a la variabilidad observable en un primer análisis en la distribución de los patrones reconocibles a lo largo del mismo, se propuso como base para el muestreo una retícula ortogonal de 10 metros de paso que define unidades muestrales (UMs) de 100 metros cuadrados. Estas unidades tenían una extensión suficiente para permitir el reconocimiento de asociaciones significativas de pozos (o de la ausencia de las mismas). Por otra parte, eran suficientemente pequeñas como para permitir la distribución de un número relativamente elevado de ellas sobre toda la superficie del yacimiento. La retícula ortogonal proporcionaba un marco de comparaciones entre unidades iguales que retenían las dimensiones espaciales como ejes básicos del muestreo. Al mismo tiempo que definían las unidades muestrales determinaban las dimensiones de la población total que se iba a muestrear.
Una vez decidida la forma y tamaño de las UMs, era necesario fijar los límites de la retícula, puesto que de esta decisión dependía el tamaño de la población a muestrear. Para ello se disponía de una delimitación efectiva de la extensión del yacimiento, por lo cual la población quedaba constituida por el conjunto de todas las celdillas de la malla que contuviesen al menos una fosa y aquellos espacios comprendidos en los límites del área de actuación en los que las celdillas estuviesen vacías.
El resultado de estas decisiones fue una población constituida por 289 celdillas de las cuales 143 recubrían la zona de muestreo y 117 la zona de reserva. Contábamos por lo tanto dos subpoblaciones espacialmente segregadas, pero hipotéticamente equivalentes.
Definida la población total y la subpoblación de la misma que debía ser muestreada, era necesario establecer el tamaño óptimo de la muestra (es decir, el número de UMs que debían ser incluidas en la misma) y la estrategia de muestreo, es decir el criterio que permitía decidir qué UMs concretas deben incluirse en la misma. Ambas decisiones dependían estrechamente tanto de los objetivos generales de la investigación como de la evaluación de costes y medios. En este caso, la elección de una estrategia de muestreo y el cálculo del tamaño óptimo de la muestra tenían como fin garantizar los objetivos enunciados al principio.
Matemáticamente, esto exigía establecer las condiciones bajo las cuales (1) todas las UMs que componían la subpoblación a muestrear fuesen equiprobables y (2) estuviesen homogéneamente distribuidas en todo el espacio ocupado por la subpoblación.
Dadas las características del problema (relevancia de los patrones espaciales) y el tipo de UMs definidas para representarlo, la estrategia más adecuada para garantizar (1) y (2) era el muestreo sistemático alineado. Finalmente se definió el tamaño óptimo de la muestra en función de las características de la población investigada, las dimensiones de la misma y el grado de precisión que se deseaba alcanzar. El resultado, asumiendo nivel de precisión de 25% del valor de la media en intervalo de confianza del 95%, fue que debían ser excavadas entre 17 y 18 unidades de muestreo de 100 metros cuadrados para obtener una representación estadísticamente significativa en la variabilidad espacial del área de intervención.